Un informe reciente del British Standards Institution (BSI) revela que casi la mitad de los adolescentes y jóvenes adultos consultados habría preferido crecer en un mundo sin internet. El estudio, realizado entre 1.293 personas de 16 a 21 años en el Reino Unido, destaca los efectos negativos que el entorno digital tiene sobre la autoestima y la salud mental de la llamada Generación Z.
El 50% de los encuestados cree que limitar el tiempo de uso de redes sociales podría mejorar su bienestar emocional. Además, el 74% reconoce que desde la pandemia ha aumentado su tiempo en línea, y dos de cada tres pasan más de dos horas diarias conectados a plataformas como TikTok, Instagram o X (ex Twitter).
Uno de los datos más preocupantes es que el 68% de los jóvenes se siente peor consigo mismo tras usar redes sociales. En el caso de las mujeres, los números son aún más alarmantes: el 85% dice compararse con cuerpos o estilos de vida que ve en internet, el 79% se siente influenciada por contenido comercial, y un 37% ha sufrido algún tipo de acoso digital.
El informe también señala prácticas de riesgo vinculadas al uso de internet. El 42% de los jóvenes admitió haber ocultado sus actividades en línea a sus padres o tutores, el 27% adoptó una identidad falsa y otro 42% mintió sobre su edad al registrarse en plataformas.
Frente a este panorama, muchos jóvenes expresan la necesidad de regulaciones más estrictas. El 27% está a favor de prohibir los teléfonos celulares en las escuelas, mientras que un contundente 79% considera que las empresas tecnológicas deberían estar legalmente obligadas a implementar verificaciones de edad y sistemas de protección de datos personales.
Susan Taylor Martin, directora ejecutiva de BSI, afirmó que aunque internet fue concebida para generar oportunidades, también ha expuesto a los jóvenes a presiones y riesgos imprevistos.
La Generación Z, marcada por una hiperconectividad constante, comienza a replantearse el valor real de tanta exposición digital. En medio de filtros, algoritmos y vidas editadas, cada vez más jóvenes cuestionan si tanta conexión los acerca al mundo o los aleja de su propia identidad.

