El humo negro que se elevó desde la chimenea de la Capilla Sixtina marcó el final de la primera jornada del cónclave sin resultados. Aún no hay nuevo Papa. La elección del sucesor de Francisco continuará este jueves con nuevas rondas de votación, en medio de un clima de expectativa global y un proceso que mantiene en vilo al mundo católico.

Un total de 133 cardenales están encargados de elegir al próximo pontífice en votación secreta. El proceso es liderado por Pietro Parolin, actual decano de la Orden de los Obispos y considerado uno de los principales candidatos al trono de San Pedro.

La jornada de hoy sólo incluyó una votación, que no alcanzó el consenso necesario. A partir de mañana comenzarán las sesiones dobles: dos votaciones por la mañana y dos por la tarde, hasta lograr al menos 89 votos por un mismo candidato, el mínimo exigido por la normativa vaticana.

Según el cronograma establecido, el día comienza con una misa a las 7.30 (2.30 en Argentina) y el rezo de los laudes a las 9. Luego se llevan a cabo dos escrutinios consecutivos. La primera fumata del día puede producirse entre las 10.30 y las 12 (hora local del Vaticano). Por la tarde, los cardenales retoman el proceso a las 16 (11 en Argentina), con otras dos votaciones. La fumata de cierre del día se espera entre las 17.30 y las 19 (12.30 y 14 en Argentina).

La Constitución apostólica establece que, si luego de 12 votaciones no se alcanza un acuerdo, se debe realizar una pausa de un día para la oración y el diálogo. De mantenerse esta dinámica, esa interrupción se daría el domingo 11 de mayo.

El procedimiento de votación es estricto y simbólicamente cargado. Cada cardenal recibe una papeleta y, tras pronunciar una fórmula que apela a su conciencia y fe, la deposita en una urna ubicada en el altar de la Capilla Sixtina. En caso de que haya cardenales enfermos, se utiliza una caja especial para recoger sus votos, que luego se incorporan al conteo general.

El escrutinio se realiza a viva voz y con estrictas medidas de control. Cada voto es leído, registrado y ensartado en un hilo para su conservación. Si hay irregularidades en la cantidad de papeletas, la votación se anula y se repite.

Finalizado el conteo, las papeletas se queman en una estufa especial. Los productos químicos que se agregan a la combustión determinan el color del humo: blanco si hay elección, negro si no se alcanza el consenso.

La atención mundial sigue centrada en Roma, mientras la Iglesia Católica espera por una nueva conducción. Hasta entonces, el silencio y las fumatas seguirán marcando el ritmo del cónclave más observado del planeta.