La creciente disputa entre el expresidente Donald Trump y el empresario Elon Musk se ha convertido en uno de los enfrentamientos más comentados en el escenario político y económico de Estados Unidos. Lo que comenzó como una alianza estratégica basada en intereses comunes, hoy amenaza con fracturar sectores clave de la política republicana y de Silicon Valley.
La ruptura se intensificó tras las críticas públicas de Musk al proyecto de ley presupuestaria impulsado por Trump, que el empresario consideró insostenible por su impacto sobre el déficit fiscal. La respuesta del expresidente no tardó en llegar: advirtió que, de regresar al poder, podría eliminar los contratos y subvenciones federales que sostienen buena parte del modelo de negocios de Tesla y SpaceX, compañías que reciben más de 22.000 millones de dólares en ingresos públicos.
Musk, lejos de retroceder, pidió públicamente la destitución de Trump y lo vinculó con el financista Jeffrey Epstein, acusado de delitos sexuales. Estas declaraciones detonaron aún más el conflicto, provocando reacciones dentro del propio Partido Republicano.
Analistas financieros señalan que el enfrentamiento no tendrá un final favorable para ninguna de las partes si no se desescalan los ataques. Chaim Siegel, experto de Elazar Advisors, lo resumió con ironía: “Preparen el pochoclo”, anticipando una segunda parte del drama.
A los aliados de Trump les preocupa que la disputa dañe su legado y debilite la cohesión del movimiento MAGA. Por su parte, el círculo de Musk teme represalias económicas y legislativas. Algunos conservadores incluso pidieron investigar el estatus migratorio del empresario de origen sudafricano, así como su supuesto consumo de drogas.
En el Congreso, legisladores republicanos intentan calmar las aguas, preocupados por la posibilidad de que Musk use su fortuna para influir en las elecciones legislativas de 2026. En su momento, el magnate aportó cerca de 300 millones de dólares a la campaña de Trump, y como resultado encabezó la comisión de eficiencia gubernamental, encargada de reducir el gasto público.
La confrontación también tiene un fuerte componente mediático. Musk maneja la red social X, con una audiencia que supera ampliamente a la de Truth Social, la plataforma de Trump. Esta capacidad de amplificación convierte cada cruce en un escándalo viral.
La influencia de Musk va más allá del entorno digital. Sus empresas tienen casi un centenar de contratos con 17 agencias del gobierno estadounidense, incluyendo el programa espacial, lo que le otorga poder real sobre políticas clave.
Mientras Trump sigue siendo una figura dominante en el panorama político, Musk recordó: “A Trump le quedan 3,5 años como presidente, pero yo estaré por aquí más de 40 años”. La pelea está lejos de terminar, y muchos ya anticipan nuevos capítulos con alto impacto político y económico.