En las tierras fértiles del interior tucumano, rodeadas por cerros y bajo el sol otoñal, tres mujeres decidieron cambiar de rumbo y construir un futuro conectado con la naturaleza. Así nació “El Umbral – Finca Agroecológica”, un proyecto liderado por Fernanda Sáez, su hermana Alicia y su madre Alicia Mendoza. Sin experiencia previa, dejaron sus vidas citadinas para dedicarse a la producción de alimentos sin agrotóxicos ni plásticos, con una fuerte conciencia ambiental.
La historia comenzó en 2017, cuando heredaron una finca familiar y decidieron no venderla, sino transformarla en un espacio de cultivo sustentable. “Empezamos desde cero, investigando, errando y volviendo a intentar”, cuenta Fernanda. El objetivo fue claro: restaurar la tierra, trabajar sin químicos y respetar los ciclos naturales.
Hoy, en las 14 hectáreas que cultivan, florecen acelgas, lechugas, paltas y otras hortalizas. Además, llevan adelante talleres sobre compost, apicultura, calendario agrícola y avistaje de aves. Ya identificaron 83 especies distintas, lo que refleja un ecosistema en recuperación. “Es un lugar donde vuelve a brotar la vida”, destaca la productora.
Un elemento distintivo del proyecto son sus bolsas de entrega. Hechas con papel de diario, sachets de leche y bolsas recicladas de alimento balanceado, resisten hasta 10 kilos y son elaboradas artesanalmente por Alicia Mendoza, la madre del grupo. “Cada bolsa es única, y lleva historia”, afirma.
El Umbral no es solo una finca productiva, también es un espacio educativo y comunitario. Todas las semanas entregan bolsones de frutas y verduras de estación directamente al público, fortaleciendo el vínculo entre productores y consumidores.
“No es sólo producir, es mirar alrededor con otros ojos”, reflexiona Fernanda. Vivir en el lugar les permitió entender la dinámica del entorno, convivir con la fauna local y observar cómo el paisaje se transforma sin intervención dañina. El Umbral se convirtió en una prueba de que es posible cultivar con respeto y creatividad.
Este proyecto agroecológico es, en definitiva, una invitación a cruzar el umbral hacia una forma de vida más consciente, más sustentable y profundamente conectada con la tierra.

