El rugby neozelandés atraviesa un momento de profunda conmoción tras conocerse la muerte de Shane Christie, ex capitán de Tasman y figura de Highlanders, quien fue hallado sin vida en su domicilio de Nelson a los 39 años. La policía local confirmó que el caso se encuentra bajo investigación.
Christie se había convertido en una voz clave en la defensa de la salud de los jugadores, especialmente en lo referido a las consecuencias de las conmociones cerebrales. Tras su retiro en 2018, comenzó a experimentar síntomas como dolores de cabeza, pérdida de memoria y fatiga crónica, que él mismo relacionaba con encefalopatía traumática crónica (ETC), una enfermedad neurodegenerativa que solo puede diagnosticarse post mortem. Por esa razón, había dejado por escrito su decisión de donar su cerebro a la ciencia.

Durante su carrera profesional, vistió las camisetas de Tasman, Crusaders, Highlanders —con quienes ganó el Super Rugby en 2015— y los Māori All Blacks. Luego de colgar los botines, asumió un rol activo en la concientización sobre los riesgos de las lesiones cerebrales en el deporte de contacto. Su compromiso se intensificó tras la muerte de su amigo Billy Guyton en 2023, el primer rugbier neozelandés diagnosticado póstumamente con ETC.
Christie denunció públicamente que New Zealand Rugby (NZR) había decidido mantener en reserva recomendaciones vinculadas a la protección de los deportistas, muchas de las cuales él mismo había contribuido a redactar. En abril de este año, una carta del director ejecutivo de la federación, Mark Robinson, reconocía que las sugerencias habían sido incorporadas internamente, pero que no serían comunicadas públicamente. Christie interpretó esta decisión como una falta de compromiso institucional.

En sus últimas entrevistas, advirtió que las conmociones cerebrales son más frecuentes de lo que se cree y que su impacto está siendo subestimado. “Hay jugadores en todo el país que están sufriendo conmociones y no lo saben”, declaró meses atrás, subrayando que se trata de una problemática vigente en todos los niveles del rugby.
Su fallecimiento se produce en un contexto de creciente presión sobre las autoridades deportivas de Nueva Zelanda para que transparenten los protocolos de salud y garanticen un seguimiento adecuado de quienes padecen secuelas. Familiares, asociaciones de jugadores y referentes políticos reclaman que se publiquen los lineamientos que Christie ayudó a elaborar y que su legado sirva como punto de inflexión en la protección de los deportistas.
La carrera de Shane Christie se extendió entre 2010 y 2017. Su retiro anticipado por problemas neurológicos marcó el inicio de una lucha personal y colectiva que hoy se resignifica con su partida, dejando una huella profunda en el debate sobre la salud en el rugby profesional.