El gobernador avanza con su armado electoral con aspiraciones nacionales, mientras el exmandatario reúne a los suyos y marca territorio como líder partidario. La interna justicialista se recalienta de cara a octubre.
El tablero político tucumano se sacude con fuerza en el interior del Partido Justicialista. Mientras Osvaldo Jaldo consolida su liderazgo como gobernador con ambiciones que trascienden lo provincial, Juan Manzur reaparece con movimientos estratégicos que reflejan tensiones internas cada vez más evidentes.
El lunes pasado, Manzur convocó a una reunión en Tafí Viejo con figuras clave de su espacio político. El objetivo fue claro: comenzar a delinear un armado electoral alternativo al oficialismo provincial para los comicios legislativos del 26 de octubre. En ese contexto, surgieron dudas dentro del sector antimileísta sobre si competirán por dentro o por fuera del PJ. Lo cierto es que el senador y expresidente del Ejecutivo provincial observa con recelo cómo Jaldo intenta copar la escena política y partidaria, emulando los estilos de poder concentrado que en su momento aplicaron tanto él como José Alperovich.
El punto de fricción no es menor. Manzur continúa siendo presidente del PJ tucumano, mientras Jaldo detenta el poder provincial. Ese doble liderazgo genera ruido. El actual gobernador ya ha dejado en claro que pretende encabezar la lista de diputados nacionales por el oficialismo, en una estrategia que busca plebiscitar su gestión. En paralelo, Manzur mantiene su perfil calculador, pero sus reuniones con referentes como Javier Noguera, Sandra Mendoza y Pablo Yedlin demuestran que el juego está lejos de estar definido.
Desde su entorno, algunos cuestionan la pasividad del exministro de Salud ante el uso partidario que hace el jaldismo, sin exigir explicaciones ni establecer límites. No obstante, Manzur habría respondido que si renunciara a su cargo partidario, el PJ local podría ser intervenido, como ya ocurrió en otros distritos como Salta y Misiones, donde los oficialismos locales mantienen vínculos cercanos con Jaldo. Ese eventual movimiento también lo colocaría como una figura víctima de la conducción nacional, con posibilidad de capitalizar respaldo de sectores no alineados al peronismo clásico.
En este marco, la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, líder del PJ nacional, observa con atención el escenario tucumano. Aunque mantiene una relación de respeto con Manzur, sus críticas hacia Jaldo no son un secreto. La esperada visita de la exmandataria a la provincia quedó postergada, con versiones que apuntan tanto a su desgaste político como a su complicada agenda nacional. En Casa de Gobierno aseguran que su ausencia responde, en parte, a su pérdida de apoyo en Tucumán.
Mientras tanto, Jaldo continúa diseñando la estrategia electoral del oficialismo, atento a cómo se reconfigura la oposición. El radicalismo sigue dividido, los republicanos prefieren evitar las candidaturas digitadas desde Buenos Aires, y La Libertad Avanza intenta consolidarse como opción, con Lisandro Catalán jugando un rol más de articulador que de figura electoral.
“Si el escenario se mantiene así, Jaldo no dudará en activar una lista alternativa como respaldo”, comentan en su círculo íntimo. La frase resume la determinación del gobernador: no dejar margen a la improvisación.
Además, el peronismo busca contrarrestar el impacto libertario entre los jóvenes –particularmente los de entre 16 y 30 años– mediante una estrategia conocida: los encuentros deportivos al estilo de los tradicionales “Torneos Evita”. La idea es movilizar intendentes y delegados rurales para desplegar una campaña territorial fuerte en toda la provincia.
El mandatario ya cerró filas con aliados clave como el vicegobernador Miguel Acevedo y la intendenta Rossana Chahla. En cada encuentro interno resuena la misma advertencia: “Nadie puede mirar desde la tribuna”. Jaldo exige compromiso total. La elección no solo definirá bancas legislativas, sino también el músculo político con el que podrá proyectar su futuro, ya sea en clave reformista o con aspiraciones de continuidad.
El temor a un “pato rengo” –un líder sin poder real tras un revés electoral– es un fantasma que sobrevuela en todos los sectores. En ese sentido, el 2025 se vuelve clave: sin respaldo en las urnas, el camino al 2027 se tornaría cuesta arriba.
El PJ, como el resto de las fuerzas políticas, muestra señales de desgaste generacional. No hay recambio natural ni liderazgos duraderos. Las alianzas y las traiciones son moneda corriente en una política donde lo posible y lo imposible conviven. Los próximos seis meses serán decisivos. La economía marcará el pulso del electorado: si la inflación baja, el oficialismo nacional tendrá oxígeno. Si los precios se disparan, el escenario se tensará aún más.
Mientras tanto, los tucumanos siguen esperando algo básico: una política enfocada en soluciones reales, no en peleas de poder. Tal vez ese sea el cambio más urgente.