El descenso sostenido de la natalidad no solo modifica estructuras demográficas, sino que también comienza a afectar vínculos familiares profundos. Cada vez más adultos mayores manifiestan una tristeza particular: la de no poder convertirse en abuelos. La baja cantidad de nacimientos y la postergación de la maternidad y la paternidad, ahora en torno a los 30 y 34 años en promedio, están alterando el ciclo natural de muchas familias.
La médica gerontóloga Aurora Rueda señala que esta situación es cada vez más frecuente en su consultorio. “El ser humano se desarrolla en base a experiencias compartidas. La relación intergeneracional tiene un valor inmenso. La abuelidad no solo cierra ciclos, también permite abrir otros”, reflexiona.
Desde su perspectiva profesional, ser abuelo implica mucho más que un rol afectivo. “Es una forma de comunicación cargada de amor, paciencia y comprensión. Es el momento en el que uno puede transmitir lo vivido con serenidad, ayudar a formar personas resilientes y construir una herencia emocional”, expresa. Por eso, entiende que quienes no pueden experimentar ese lazo atraviesan un proceso de duelo, marcado por la pérdida de una expectativa profundamente humana.
En países como Estados Unidos ya hay estudios que demuestran esta transformación social. En 2014, el 60% de los adultos mayores tenía al menos un nieto. Para 2021, ese porcentaje había caído por debajo del 50%. Aunque el fenómeno aún no tiene cifras concretas en Argentina, las señales comienzan a aparecer en muchas familias.
Cuando los hijos comunican que no desean tener hijos, por motivos económicos, ambientales o de realización personal, sus padres suelen enfrentarse a un momento difícil, que en algunos casos puede derivar en tristeza prolongada o incluso duelo emocional. La aceptación llega con el tiempo, pero no siempre sin dolor.
Más allá de lo biológico, Rueda destaca la importancia de sostener espacios de encuentro entre generaciones, aunque no haya nietos. “El contacto con las nuevas generaciones sigue siendo una fuente de vitalidad. Hay muchas formas de dejar huella”, concluye.