(Por Leila Torres Loyola, especial para Télam) La ciudad de La Rioja fue escenario hoy, como cada año, de la celebración popular y religiosa conocida como el Tinkunaco, que conmemora el pacto de paz que sucedió en las Pascuas de 1593 entre los conquistadores españoles y los diaguitas.
El encuentro se realizó en la plaza 25 de Mayo, a las puertas de la Catedral y de la Casa de Gobierno, y fue presidido por el obispo Dante Braida, con la participación del gobernador Ricardo Quintela y el intendente Armando Molina, junto a autoridades civiles, eclesiásticas y militares.
Una gran cantidad de fieles, turistas y público en general presenciaron la representación del encuentro ancestral, en el caluroso mediodía capitalino.
La celebración tiene su origen en un hecho trascendente de la historia de un pueblo, transmitido de generación en generación y convertido luego en parte de la liturgia gracias a la intervención de la Iglesia.
Este camino se inició hace 430 años, cuando los diaguitas se rebelaron contra el poder colonial instaurado apenas dos años antes de la mano del conquistador español Juan Ramírez de Velasco.
La celebración del Tinkunaco forma parte de las fiestas de verano de San Nicolás de Bari, el patrono de La Rioja, que comienza los días previos con la novena en su honor en la céntrica Catedral y tiene su punto culminante con el encuentro entre los santos y el Divino Niño Jesús Alcalde, para luego culminar el 3 de enero con la despedida de las figuras religiosas por las calles adyacentes a la plaza 25 de Mayo.
Hoy a las 12 del mediodía se produjo, como todos los años a la misma hora, el encuentro frente a Casa de Gobierno entre la imagen de San Nicolás, acompañada por la Cofradía de los Alférez y Apóstoles, y la del Niño Alcalde, acompañada por la Cofradía de los Allis, además de integrantes de la orden franciscana y al son de la Banda de Música de la Escuela San Francisco de Asís.
Durante el Tinkunaco se recuerda un pacto de paz realizado en las Pascuas de 1593 entre los conquistadores españoles y los diaguitas que habitaban La Rioja, ya abordados por los incas y en pleno desarrollo de las Guerras Calchaquíes.
Los habitantes de esta zona se rebelaron ante el poder español representado por algunas familias de los conquistadores y estuvieron a punto de pasar a la batalla, pero fue el sacerdote Francisco Solano quien intercedió para evitar la confrontación.
En respuesta a la imposición que cada años realizaban los españoles de una nueva figura que cumpliría las funciones de alcalde, los diaguitas confiaron cada año esa tarea en el Divino Niño Jesús, que se convierte en Alcalde de la Ciudad durante los tres días de esta fiesta anual.
Medio siglo más tarde, fueron los jesuitas quienes retomaron de estos hechos la historia como parte de su práctica evangelizadora y dieron origen a la celebración popular y secular.
Recién en los años 70, con la prédica del obispo riojano Enrique Angelelli, se comenzó a utilizar el nombre de Tinkunaco para denominar a esta fiesta, resaltando, además, el origen popular de la celebración.
“En cada Tinkunaco nos manifestamos como somos: lo que hemos logrado como pueblo y lo que aún nos falta. El canto lleno de esperanza y a la vez dolorido en la caja del Inca, es un grito que cada año se repite urgiéndonos a tomar conciencia de que aún nos falta caminar mucho para logra el verdadero encuentro de todos”, dijo Angelelli en uno de sus más recordados sermones.
Minutos antes del Tinkunaco, los Allis (guardianes del Divino Niño Jesús y representantes de los diaguitas) y los Alférez (custodios de San Nicolás y representantes de los españoles) caminan en procesión hasta encontrarse frente a la plaza principal.
Acompañados además por San Francisco, ambos grupos se saludan, se abrazan, se comprometen a cuidar la paz y alaban al Niño Dios con un canto en lengua quechua al son de la caja.
Cuando las dos procesiones se encuentran, todos, incluido el Santo, se arrodillan ante el Niño Jesús Alcalde en actitud de igualdad ante su procedencia divina.
En ese momento, el intendente entrega al Niño la llave de la ciudad en reconocimiento de su autoridad superior, para que luego, el 3 de enero, en la ceremonia que despide a las imágenes dando por concluida las fiestas, el Niño devuelva el gesto al Intendente entregándole una Biblia con el acompañamiento del rezo del pueblo: “Según esta ley queremos ser gobernados”.