El alcalde de Uruapan, en el estado mexicano de Michoacán, Carlos Manzo, fue asesinado a balazos este sábado 1 de noviembre durante el Festival de Velas por el Día de los Muertos, una tradicional celebración que se realizaba en el Centro Histórico del municipio.
De acuerdo con el Gabinete de Seguridad de México, el funcionario fue trasladado de urgencia a un hospital tras recibir al menos seis impactos de bala, pero murió poco después a causa de las heridas. Durante el ataque también resultó herido el secretario de Obras Públicas del municipio, mientras que uno de los agresores fue abatido en el lugar y otros dos fueron detenidos por las fuerzas de seguridad.
Manzo se encontraba participando del cierre del evento cuando, en medio de la multitud, fue atacado por sicarios armados. En redes sociales circularon videos que registran el pánico de los asistentes y las detonaciones de armas de fuego en plena plaza principal.
El alcalde, que asumió su cargo en septiembre de 2024, se había convertido en una figura emblemática por su lucha frontal contra el crimen organizado y por denunciar la inacción del gobierno federal ante la creciente ola de violencia en Michoacán. En varias entrevistas había asegurado recibir amenazas de muerte y había advertido:
“No quiero ser un presidente municipal más de la lista de los ejecutados”.
Según trascendió, Manzo no llevaba puesto el chaleco antibalas que solía utilizar durante sus actividades oficiales. Estaba acompañado por dos escoltas de la Guardia Nacional (GN), quienes no lograron evitar el ataque.
El gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla, condenó el asesinato y confirmó que el Secretario de Seguridad Pública, Juan Carlos Oseguera Cortés, trabaja junto a la GN en un operativo especial para localizar a los responsables y reforzar la seguridad en la región.
Carlos Manzo se destacó en los últimos meses por sus críticas a la política de seguridad de la presidenta Claudia Sheinbaum y por denunciar presuntos acuerdos entre autoridades locales y bandas criminales, lo que lo convirtió en una figura incómoda para varios sectores del poder.
Su muerte vuelve a encender las alarmas sobre la violencia política en México, donde más de 30 funcionarios municipales han sido asesinados en los últimos años por el crimen organizado.

