A las 16 se abrieron las puertas del Predio Castillo en la avenida Perón y Bascary, y cientos de fanáticos ya hacían fila bajo el sol primaveral de Tucumán para disfrutar de un festival que tendría una nueva edición: el Norte Rock. Con el ánimo en alto, el público –desde adolescentes hasta adultos nostálgicos del rock nacional– ingresó al predio entre sonrisas y expectativa.
Pasadas las 16.30, los primeros acordes comenzaron a sonar en el escenario principal. La banda tucumana Vuelen Pájaros fue la encargada de calentar el ambiente en los primeros compases de la jornada. El power trío desplegó su mezcla de rock de los ’70 con sonidos actuales, cumpliendo su sueño de debutar ante un público masivo.
“Todavía no puedo creer haber tocado acá, con esta cantidad de gente adelante”, se escuchaba decir al baterista antes de bajaba del escenario. Entre quienes ya habían asegurado lugar en las vallas, algunos agitaban las cabezas al ritmo del rock local y otros se apuraban en buscar sombra para mitigar el calor.
Luego llegó el turno de Luciana “Luchi” Tagliapietra, con su propuesta indie-pop. Sus melodías suaves y letras intimistas contrastaron con la intensidad del arranque, pero lograron atrapar a quienes buscaban un momento de calma antes del vendaval de bandas nacionales que se aproximaba.
En medio del público, Silvina, de cuarenta años, vivía su primera experiencia en el Norte Rock y sonreía mientras miraba a su amiga Carina. “Me encanta la onda que hay, cómo se respira juventud, los looks de las chicas son increíbles. La verdad, una tarde hermosa”, decía. Carina, más cautelosa, agregaba entre risas: “Pogo no sé, ya estoy grande, me duelen las rodillas”.
Silvestre y La Naranja enciende el atardecer
Con los últimos rayos de sol iluminando el cerro de fondo, subió al escenario Silvestre y La Naranja a las 18:40. “¡Vamos a divertirnos!”, exclamó su vocalista, desatando la euforia del público que coreó cada tema.
La banda porteña desplegó su energía funk-rock con hits como “Hechizado”, logrando que miles de tucumanos saltaran al unísono en una postal perfecta del atardecer. “No conocía a Silvestre y La Naranja y me volaron la cabeza”, contó Lucía Aguilar, de 22 años, que había llegado desde Salta con amigos.
En ese mismo sector, Sofía Macías, habitué del festival desde 2022, señalaba que esta edición se sentía mejor organizada que la primera. “Ahora la fila de ingreso fue más rápida, y la revisión menos invasiva. Eso se agradece”, opinaba mientras se ajustaba la pulsera del evento.
Babasónicos hace cantar a todas las generaciones
Cuando el cielo ya se había oscurecido, a las 20 horas llegó uno de los momentos más esperados: Babasónicos pisó por primera vez el escenario del Norte Rock. La icónica banda de rock alternativo, con más de tres décadas de trayectoria, reunió frente a sí a público de todas las edades. Se veían padres cuarentones cantando a la par de sus hijos adolescentes, unidos por canciones que marcaron épocas.
Adrián Dárgelos ofreció un recorrido musical hipnótico: desde temas nuevos hasta clásicos inolvidables del rock argentino. Sonaron himnos como “Carismático”, coreados por la multitud con pasión. El clímax llegó cuando cerraron con “Irresponsable”, encendiendo un karaoke masivo bajo las estrellas tucumanas.
En pleno show, algunas jóvenes se descompusieron en la primera fila. El operativo de rescate funcionó con rapidez: personal de seguridad las sacó de detrás de las vallas y, desde ese momento, la organización comenzó a repartir botellas de agua entre los que resistían en el frente.
José Llanos, un fan de 45 años que agitaba su remera transpirada, resumía la emoción: “Esperé 20 años para verlos en mi provincia y valió cada segundo”.
Unos metros más atrás, Felicitas y su grupo de amigos guardaban energías para el cierre. “Vinimos principalmente por Airbag, pero ya Babasónicos nos hizo bailar de más. Ahora a disfrutar y después vemos si aguantamos en las vallas”, decía entre risas.
Airbag corona la noche a puro rock
Con el predio rebosante y el público en “modo fan”, a las 22 fue el turno del gran cierre. Airbag, el power trío de los hermanos Sardelli, pisó por primera vez el Norte Rock para poner el broche de oro con una presentación de dos horas.
Desde el arranque, la conexión entre la banda y la audiencia fue eléctrica: riffs de guitarra estridentes, despliegue escénico con luces y pirotecnia sorprendieron a todos. En el pogo del frente, Sebastián Torres gritaba que había guardado lugar desde temprano con sus amigos: “Vengo a verlos a ellos, no me muevo de acá hasta el final”.
Uno de los momentos más emotivos de la noche llegó cuando, en un gesto inesperado, los Sardelli entonaron las estrofas del Himno Nacional con sus guitarras, generando un único coro de 15 mil voces emocionadas. Después sonaron “Cae el sol”, “Motor enfermo”, y hasta se animaron a una versión de “Lunita tucumana” que desató una ovación aplausos.
En medio del show, una nueva seguidilla de descompuestos fue retirada de la valla y la asistencia volvió a ser rápida y efectiva. Lejos de apagarse, el público redobló su energía con “Apocalipsis” y “Cuchillos”.
“Pensé que ya no habría más sorpresas, pero Airbag me hizo saltar como nunca”, contó Martina, con ojos brillosos y la bandera de la banda atada a la espalda como capa.
Minutos después de la medianoche, Airbag cerró con “Solo aquí”. Los músicos se despidieron prometiendo volver, y la desconcentración se dio en medio de abrazos y sonrisas cansadas.
El patio cervecero y la experiencia completa
El Norte Rock 2025 fue más que recitales: se vivió como una experiencia integral. En el predio se dispusieron 12 foodtrucks con pizzas artesanales, hamburguesas gourmet, panchos clásicos y opciones vegetarianas y sin TACC.
El patio cervecero se convirtió en punto de encuentro, aunque no todos lo vivieron igual. “Esto parece un corral, no me gusta que nos separen solo para tomar”, criticaba Daniel. Otros, como Carina, lo defendían: “Está bien, así no se mezclan los que quieren beber con las familias”.
Las filas eran largas, pero nadie se quejaba demasiado al salir con su vaso coleccionable en la mano. Tampoco faltaron los puestos de merchandising, donde más de uno se llevó el piluso oficial o la gorra de recuerdo. La seguridad, amplia pero discreta, permitió que la jornada se desarrollara sin incidentes graves.
Mucho más que música: un impulso para el NOA
Sobre el final, con la luna alta, se veían escenas que resumían el espíritu del festival: grupos de jóvenes cantando a capela en la salida y padres cargando a hombros a sus hijos más pequeños.